domingo, 2 de junio de 2013

El niño pequeño

Había una vez un niño que comenzó a ir a la escuela. Él era muy pequeñito y la escuela era muy grande. Pero cuando el niño descubrió que su clase tenía ventanas que daban al exterior se puso muy contento y la escuela ya no le parecía tan grande.
Una mañana, cuando hacía poco que él estaba en la escuela, la maestra dijo: 
- ¡Hoy vamos a hacer un dibujo!
- ¡Qué bien! -Pensó el pequeño-
A él le gustaba mucho dibujar, el podía hacer todas las cosas: leones y tigres, gallinas y vacas, trenes y barcos... y sacó su caja de lápices y comenzó a dibujar.
Pero la maestra interrumpió diciendo:
- ¡Esperen! ¡No es hora de comenzar! Todavía no he dicho lo que vamos a dibujar. Hoy vamos a dibujar… flores.
- ¡Qué bien! -pensó el niño, a él le gustaba dibujar flores- Y comenzó a hacer bonitas flores con lápiz rosa, naranja y azul.
Pero la maestra intervino de nuevo diciendo:
- ¡Esperen un momento! Yo les enseñaré cómo se dibujan las flores- Y tomando una tiza, pintó una flor roja con tallo verde.
- Ahora, dijo la maestra, pueden empezar.

El niño miró la flor que había hecho la maestra y la comparó con las que él había pintado. Le gustaban más las suyas, pero guardó silencio. Volteó la hoja y dibujó una flor
roja con el tallo verde, tal como la maestra había indicado.
Otro día, cuando el pequeño niño entraba en clase, la maestra dijo:
- Hoy vamos a trabajar con plastilina.
- ¡Qué bien! -Pensó el pequeño niño- me gusta mucho la plastilina.
Él podía hacer todo tipo de cosas con plastilina: serpientes y elefantes, ratones y muñecos de nieve, camiones y coches...
Y comenzó a apretar y amasar la bola de plastilina.
Pero la maestra interrumpió y dijo:
- ¡Esperen, no es hora de empezar!
Y él esperó a que todos estuvieran preparados.
- Ahora -dijo la maestra- vamos a hacer una serpiente.
- ¡Qué bien!- pensó el pequeño niño, a mi me gusta mucho hacer serpientes. Y comenzó a hacerlas de diferentes tamaños.
Pero la maestra dijo:
- ¡Esperen! Yo les enseñaré cómo hacer una serpiente muy larga.
- Aquí tienen -dijo la maestra- ahora ya pueden empezar.

El niño miró la serpiente de la maestra, entonces miró las suyas...A él le
gustaban mucho más las suyas que las de la maestra, pero no lo dijo. Simplemente amasó la plastilina en una gran bola e hizo una serpiente como la de la maestra.
Así que el niño aprendió a esperar que le dijeran qué y cómo debía trabajar y a hacerlo todo igual que la maestra, y muy pronto dejó de hacer las cosas tal como surgían de su imaginación. No volvió a hacer nada por sí solo.

Entonces ocurrió que el pequeño niño y su familia se mudaron a otra casa, en otra ciudad. Y el niño comenzó a ir a su nueva escuela.
Esta escuela era más grande que la otra y tenía que subir grandes escaleras y caminar por un largo pasillo para llegar al aula.
Y justamente, el primer día de clase que él estaba allí, la maestra dijo:
- Hoy vamos a hacer un dibujo.
- ¡Qué bien! - Pensó el niño, y esperó a que la maestra le dijera que hacer, pero
la maestra no dijo nada, sólo se paseaba entre las mesas. Cuando se acercó al niño, le preguntó:
- ¿Tú no quieres dibujar?
- Sí -dijo el pequeño niño- Pero, ¿Qué hay que hacer?
- Puedes hacer lo que tú quieras- dijo la maestra.
- ¿Cómo lo hago? -preguntó el pequeño niño-
- Como tú quieras -contestó la maestra-
- ¿Y de cualquier color? -preguntó el niño asombrado-
- De cualquier color -dijo la maestra- Si todos hicieran el mismo dibujo y usaran los mismos colores, ¡cómo sabría yo lo que hizo cada cuál!
- Yo no sé... -dijo el pequeño niño-
Y bajando la cabeza comenzó a dibujar una flor roja con un tallo verde.

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